El director, actor y productor (también presidente del Chelsea), hermano del famoso documentalista David Attenborough (al que siempre veíamos en la 2), ofrece una película narrada con muy buen gusto, donde los paisajes de la campiña inglesa acompañan a una historia muy interesante y bonita de ver. Se hace alusión constantemente a la figura del niño, muy bien interpretado por Mazzello, que simboliza ese sentimiento infantil del director, algo que Spielberg siempre ha admirado (fue un honor para él que hiciese de Hammond).
Es una película sensible pero no sensiblera; habla muy sutilmente de cómo de seguros nos sentimos cuando somos niños, sin preocupaciones, y que al llegar a adultos todo cambia drásticamente. La vida será dura, pero el filme nos enseña a saber aguantar y sobrellevarlo.
Me ha hecho pensar en cómo el cine nos ayuda a ver el día a día de una forma distinta, de cómo ver una película puede alegrarte el día de hoy y el de mañana. Se nos cuentan historias en las que la gente padece enfermedades, muere... y si uno nunca ha vivido este tipo de situaciones, la única manera que tiene de conocer cómo será ese momento es con las películas.
Sólo reflexiono sobre el hecho de aplicar el cine a la vida cotidiana. Y creo que lo mejor es seguir viendo películas de todo tipo, para que las sensaciones y pensamientos que siempre hemos albergado en el interior, se descubran a través del visionado de unas historias que, en principio, nada tienen que ver con nosotros.
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